viernes, 19 de octubre de 2012


Los recuerdos de Don Mauro
Alexis Pérez Gutiérrez

“[…] y Sevilla ya no sería el mismo pueblo de campesinos y arrieros, ya no tendría su toque original que hace que las personas lleguen y no quieran irse jamás[…]”

Bajando para la finca La Linda, en la que trabaja, Don mauro pensaba en su vida, recordaba cómo llegó hasta aquí. Entre paso y paso, nunca se cansó de andar, empezó a trabajar desde niño en una época en la que a los niños se los tenía bajo el lema de poco estudio y mucho trabajo. Dada la situación económica que tenía con su familia en su tierra natal no había espacio para la educación. Mientras iba por el camino que conocía como la palma de su mano, después de estar en la mayoría de veredas del municipio de Sevilla en el norte del Valle, recordaba como desde niño trabajó en el campo. Nació en Pueblo de la Florida, Nariño, y sintió nostalgia por los años anteriores cuando comenzó a viajar en busca del café, desde mucho antes de los 17 años. A esta edad ya había llegado a Palmira, en donde vivió 2 años.

Continuó viajando por muchas partes de Colombia pues desde niño siempre soñó con viajar, tener aventuras, conocer nuevos lugares y ganar experiencias, esto lo impulsó a ir hasta el Huila, al Tolima y Antioquia y la mayoría de asentamientos del eje cafetero. Sin embargo, después de estar acostumbrado a llegar a un pueblo e irse de él al poco tiempo, algo particular le llamó la atención cuando llegó a Sevilla: la gente, el clima y por supuesto que aquí encontró trabajo en lo que a él más le gusta, ya que el municipio tiene como base económica el café. Llegó a Sevilla hace más de treinta años, mucho más de lo que vivió en su pueblo natal y en donde a pesar de que había café, él no quiso quedarse.

Después de caminar una hora para llegar a su trabajo, Don mauro con su machete, su gorra y su radio en su “tajo”(bolso), se prepara para empezar con el difícil, agotante e importante trabajo de cultivar café, el cual es muy mal pagado y del cual dependen muchas familias sevillanas. Lo único que lo entretiene mientras bajo el frio de la mañana coge con cuidado cada grano del preciado café, es la radio que carga para escuchar los partidos de futbol que siempre le han gustado. Su radio siempre lo acompaña esté trabajando en la vereda El Venado, San Antonio, Manzanillo, la cuchilla, Higuerones, Canoas, Cebollal, entre otras veredas que hay en el municipio. Recuerda con nostalgia que no ha habido bonanzas cafeteras semejantes a la que hubo en los años setenta, la cual favoreció a este municipio y a sus habitantes en la economía.

Sus padres les han inculcado una tradición que les infundieron sus abuelos a ellos y es la del catolicismo. Nunca puede faltar a las celebraciones de Semana Santa a las que su madre lo llevaba, ni puede dejar de hacer los pesebres o las novenas en navidad pues respeta tanto las tradiciones de su familia  que las sigue sobrellevando e intenta que su hijo las siga también.
Trabaja muy duro, limpiando, sembrando o cogiendo café hasta que el hambre lo vence y sube al mediodía a la finca, en donde espera a que le sirvan su almuerzo. Para él los alimentos son una bendición de Dios, y no desprecia ninguno, consume sus alimentos y abundante líquido de forma rápida para seguir trabajando.

Bajo el calor de la tarde se siente más cansado y los mosquitos empiezan a levantarse en contra de la humanidad pidiendo sangre, aunque esto ya para él no es nada extraño, para una persona que no está acostumbrada a ir a una finca es una tortura. Mientras escucha su partido Don Mauro se preocupa al mismo tiempo por llegar a casa a ver a su hijo, a su esposa y a saborear los alimentos que tiene ella tiene preparados para él, pero aún faltan algunas horas para poder ir a casa. Le gusta el silencio y el aire puro de campo lo ayudan a concentrarse en varias cosas al mismo tiempo. Lo que le permite sobrellevar el trabajo en el campo es saber que siempre va a llegar a casa luego de una extenuante jornada.

Por la tarde camina hacia su casa ubicada en el barrio Fernando Botero, el camino se le hace más largo por las ansias de llegar pronto, ya tiene solo las energías para caminar despacio por al cansancio del día. No podría imaginar cómo nos afectaría un día en el campo a las personas que nos cansamos solo corriendo hacia la tienda. Pero el cansancio de Don Mario se quita con la alegría que siente al llegar y tocar la puerta. Después de un día de recuerdos y nostalgias, no tiene miedo a seguir enfrentando todos los trabajos difíciles que le lleguen con el tiempo, pues entre más pase éste, más difícil es el trabajo y más barato pagan el café.

La siembra del café es una tradición que se ha ido perdiendo con las generaciones debido a los problemas que existen en el campo. Algunos jóvenes se han dejado conquistar por la globalización, abandonando las costumbres que han pasado por generaciones en Sevilla y que se han inculcado desde los primeros colonizadores, provenientes de Antioquia. Estas costumbres posiblemente no puedan pasar a las futuras generaciones y Sevilla ya no sería el mismo pueblo de campesinos y arrieros, ya no tendría su toque original que hace que las personas lleguen y no quieran irse jamás.

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