Los recuerdos de Don Mauro
Alexis Pérez Gutiérrez
“[…] y Sevilla ya no
sería el mismo pueblo de campesinos y arrieros, ya no tendría su toque original
que hace que las personas lleguen y no quieran irse jamás[…]”
Continuó viajando por muchas
partes de Colombia pues desde niño siempre soñó con viajar, tener aventuras,
conocer nuevos lugares y ganar experiencias, esto lo impulsó a ir hasta el
Huila, al Tolima y Antioquia y la mayoría de asentamientos del eje cafetero.
Sin embargo, después de estar acostumbrado a llegar a un pueblo e irse de él al
poco tiempo, algo particular le llamó la atención cuando llegó a Sevilla: la
gente, el clima y por supuesto que aquí encontró trabajo en lo que a él más le
gusta, ya que el municipio tiene como base económica el café. Llegó a Sevilla hace
más de treinta años, mucho más de lo que vivió en su pueblo natal y en donde a
pesar de que había café, él no quiso quedarse.
Después de caminar una hora
para llegar a su trabajo, Don mauro con su machete, su gorra y su radio en su
“tajo”(bolso), se prepara para empezar con el difícil, agotante e importante
trabajo de cultivar café, el cual es muy mal pagado y del cual dependen muchas
familias sevillanas. Lo único que lo entretiene mientras bajo el frio de la
mañana coge con cuidado cada grano del preciado café, es la radio que carga
para escuchar los partidos de futbol que siempre le han gustado. Su radio
siempre lo acompaña esté trabajando en la vereda El Venado, San Antonio,
Manzanillo, la cuchilla, Higuerones, Canoas, Cebollal, entre otras veredas que
hay en el municipio. Recuerda con nostalgia que no ha habido bonanzas cafeteras
semejantes a la que hubo en los años setenta, la cual favoreció a este
municipio y a sus habitantes en la economía.
Sus padres les han inculcado
una tradición que les infundieron sus abuelos a ellos y es la del catolicismo.
Nunca puede faltar a las celebraciones de Semana Santa a las que su madre lo
llevaba, ni puede dejar de hacer los pesebres o las novenas en navidad pues
respeta tanto las tradiciones de su familia
que las sigue sobrellevando e intenta que su hijo las siga también.
Trabaja muy duro, limpiando,
sembrando o cogiendo café hasta que el hambre lo vence y sube al mediodía a la
finca, en donde espera a que le sirvan su almuerzo. Para él los alimentos son
una bendición de Dios, y no desprecia ninguno, consume sus alimentos y
abundante líquido de forma rápida para seguir trabajando.
Bajo el calor de la tarde se
siente más cansado y los mosquitos empiezan a levantarse en contra de la
humanidad pidiendo sangre, aunque esto ya para él no es nada extraño, para una
persona que no está acostumbrada a ir a una finca es una tortura. Mientras
escucha su partido Don Mauro se preocupa al mismo tiempo por llegar a casa a
ver a su hijo, a su esposa y a saborear los alimentos que tiene ella tiene
preparados para él, pero aún faltan algunas horas para poder ir a casa. Le
gusta el silencio y el aire puro de campo lo ayudan a concentrarse en varias
cosas al mismo tiempo. Lo que le permite sobrellevar el trabajo en el campo es
saber que siempre va a llegar a casa luego de una extenuante jornada.
Por la tarde camina hacia su
casa ubicada en el barrio Fernando Botero, el camino se le hace más largo por
las ansias de llegar pronto, ya tiene solo las energías para caminar despacio por
al cansancio del día. No podría imaginar cómo nos afectaría un día en el campo
a las personas que nos cansamos solo corriendo hacia la tienda. Pero el
cansancio de Don Mario se quita con la alegría que siente al llegar y tocar la
puerta. Después de un día de recuerdos y nostalgias, no tiene miedo a seguir
enfrentando todos los trabajos difíciles que le lleguen con el tiempo, pues
entre más pase éste, más difícil es el trabajo y más barato pagan el café.
La siembra del café es una tradición
que se ha ido perdiendo con las generaciones debido a los problemas que existen
en el campo. Algunos jóvenes se han dejado conquistar por la globalización,
abandonando las costumbres que han pasado por generaciones en Sevilla y que se
han inculcado desde los primeros colonizadores, provenientes de Antioquia. Estas
costumbres posiblemente no puedan pasar a las futuras generaciones y Sevilla ya
no sería el mismo pueblo de campesinos y arrieros, ya no tendría su toque
original que hace que las personas lleguen y no quieran irse jamás.
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