lunes, 15 de octubre de 2012


Una historia con sabor  a café
Por: Juanita Gómez Arias

Un día cualquiera en los años 20, Gilberto Mora va desde su finca a caballo hasta la fonda de Palomino por unos cigarrillos. Allí se encuentra con Helena Trujillo Álvarez oriunda de Neira, Caldas quien se encontraba de paseo donde su hermano el dueño de la fonda. Días después Gilberto regresa con un racimo de guamas con el que conquista a la mujer, contraen matrimonio y conciben varios hijos, entre estos a Clarita.

Al pueblo Sevilla llegaron 3 familias de arrieros desde Neira  en Caldas. Buscaban fortuna y tierra. Vendieron sus mulas y con ese dinero montaron un negocio llamado El Salón Azul con granero, compra de café y cantina.

A mediados de la década de los años 50 Clarita Mora, hija de Gilberto para entonces un líder Liberal y Leónidas Gómez, hijo de otra de las familias de arrieros que llegaron de Neira, pero de familia conservadora, iniciaron un noviazgo difícil por la violencia bipartidista en la región.  Finalmente Clarita y Leónidas lograron casarse y tuvieron cinco hijos. Estando embarazada Clarita y con hijos pequeños, asesinaron a su padre.  Ante el recrudecimiento de la violencia se marcharon del municipio. Solo se quedó Leónidas con su esposa e hijos.

Hasta ese momento Leónidas Gómez  era zapatero.  Pero cuando  su padre se  marchó le dejó un almacén para la compra de café. En el año 70  logró comprar su primera finca de cafetera: La Argelia. Con el éxito de su negocio de compra de café y con la producción cafetera de su finca, logró comprar otras tierras en compañía de su esposa Clarita Mora quien para esa época ya había regresado. En el año 81  Leónidas falleció y quedaron a cargo del negocio de café y de las fincas sus dos hijos mayores. Clarita los acompañó en este proceso.

Diversifican el negocio y comenzaron a comercializar también plátano, en almacenes de cadena Cali por un tiempo.  Adquirieron más tierra, pero pronto decidieron dedicarse solo a la producción cafetera. Es una época próspera para la familia, tanto así que dejan de lado la compra de café para dedicarse solo a la producción del grano. Adquieren nuevas tierras  y crean una sociedad de familia. Esta sociedad y las compras ahora se manejan con el apoyo de créditos bancario.

En 1999 secuestraron a uno de los miembros de la familia. Lo asesinaron en el 2008.

Pero el empuje cafetero de la familia no paró. Se iniciaron desde el 2000 en la trilla y exportación del grano para el mercado internacional, tostado para el mercado interno.

Esta es la historia de una familia cafetera como varias de la región. Su historia nos habla de violencias en el país, pero también de la forma en que las familias cafeteras fueron creciendo, prosperando, cambiando la producción compra y venta del grano y modelando a su vez, lo que hoy conocemos como el paisaje cultural cafetero de Sevilla en el Valle.

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